domingo, 2 de agosto de 2020

La dificultad del juicio y la desilusión
Este indigente que duerme en una de las banca de “murciélago” que tiene el paseo ciencias, esta queda al frente del antiguo edifico de INAVI, tenía tres días viéndolo con otros indigentes hoy decidí llegar a hablar con él estaba solo, le pregunto si me permitía sacarle unas fotos y no me entendía se levanta de la banca y camina hacia mi lado y me pregunta, que me dice no le escucho bien, que si le puedo hacer una fotografía y me responde a si bueno, le dije gracias, y nuevamente se sentó en la banca, abrí el morral y saque cuatro panes que había comprado y se los di y me respondió “el pan nuestro de cada día”, y “deja que todos vengan a mí”, “tenemos que tener fe” como lo dice el sacerdote de ahí de la iglesia, luego saca un libro todo maltratado por el mal uso y los años entre papeles rotos era la “Revista de Literatura Hispanoamericana 2da época” de La Universidad del Zulia, dirigida y curaduría del Sociólogo Miguel Ángel Campos y sorpresa para mi aquel libro lo había diseñado yo en el año 1995. Y el indigente empieza a leer y al pasar la página se levanta hacia donde yo estaba sentado tomándole las fotos y me lee el título “La dificultad del juicio y la desilusión” de Luis Pérez Oramas. Y dice qué difícil es todo ¿verdad?, ni los millones que podamos tener nos salvaran, solo sirven por un rato no son eternos y tampoco nos los llevaremos cuando aquel que está arriba “dios” nos llame, tenemos que ser bondadosos. ¿Acaso el indigente interpreto el titulo o ya había leído el articulo?.
Mientras sigo haciéndole las fotografía, dice que vino desde Guayaquil a Venezuela muy joven por un futuro mejor y porque el Bolívar valía más y el Sol nada, le dije a mi familia que les enviaría dinero de lo que yo ganaría, de pronto deja de hablar y después de un silencio dice, señor yo soy soldador, hago ventanas rejas y si me encuentra un trabajo se lo agradecería, yo fui reservista en mi país, nuevamente hace silencio y luego sigue hablando, yo vivía allá atrás en las pulgas y un día sentí que el rancho se estaba cayendo” era un tractor de la Alcaldía que estaba tumbando todo hasta el de los pollos y gallinas los tumbo no dejaron nada y desde entonces aquí duermo pero me han robado toda la ropa y esto es lo que me queda “pero tenemos que tener fe”, como lo dice el sacerdote de ahí de la iglesia, “buenos días señora”, “buen día señorita”, “buen día señor”, “buenos día estrella que pasa por mi frente”, sentado en la banca se dirigía hacia las personas que pasaban por delante de él, ninguno le contesto al indigente que es amable y respetuoso. Entonces le dije hasta luego amigo y me respondió gracias por los panes y que dios lo bendiga.